miércoles, 20 de junio de 2012

Buen artículo sobre el ml comportamiento de los peques

Se os ocurre una fecha peor para que nuestros hijos seaquen su peor cara?? Aquí os dejamos este artículo, muy interesante
Las causas varían y aunque estas conductas pueden reflejar leve inmadurez emocional, ritmo personal lento que no coincide con el de los padres, tendencia al retraimiento o pasividad, incluso excesiva concentración en actividades lúdicas, también pueden relacionarse con el proceso de crecimiento y la consiguiente demanda de autoafirmación. Es así como niños obedientes se tornan indisciplinados en corto espacio de tiempo. La búsqueda de su identidad y autonomía los lleva a cuestionar la autoridad de los padres y a hacer caso omiso a unas normas que viven como imposiciones.

¿Estilo educativo inadecuado?

No siempre hay que situar la causa en el hijo. A veces el problema se origina por un estilo educativo paterno claramente inadecuado en el que se exige al hijo una obediencia ciega. Algunos padres confunden su familia con un ejército en el que hay que dar órdenes que han de cumplirse inmediatamente y sin rechistar. El injustificable abuso de la autoridad tiene consecuencias nefastas. Los derechos del hijo se atropellan y el desarrollo de su personalidad se suspende.
La reflexión sobre la dinámica familiar permite advertir aspectos que cabe mejorar para corregir la conducta infantil: poca comunicación con el hijo, exigencias desmesuradas, escaso reconocimiento de los logros del niño, etc. Por debajo del comportamiento inadecuado del niño hay un mensaje que conviene desvelar y que muchas veces tiene que ver con una demanda inconsciente de atención. Son muchos los padres que están hoy absorbidos por las obligaciones laborales y la prisa y que carecen de tiempo suficiente para dedicarlo a los hijos.

Complicidad con el hijo

Es frecuente que uno de los progenitores, cuando no los dos, adopte una actitud laxa y consentidora ante los caprichos y transgresiones del niño. Por no contrariar al hijo, se incurre en “complicidad” reforzadora. En otras ocasiones, laactitud predominante es rígida y sancionadora. A veces la conducta negativa se magnifica, hay reproches entre los cónyuges y se opta por actuaciones precipitadas y cambiantes que generan desconcierto en el niño y, desde luego, no producen los efectos deseados.
El acuerdo y la armonía entre los progenitores constituyen un punto de partida necesario para la ordenación de la conducta infantil, pero se precisa igualmente implicar a los hijos en cuanto concierne a su comportamiento. Si se decide, por ejemplo, establecer un conjunto de normas, tareas y tiempos, es absolutamente conveniente que, a medida que el niño crece, participe en el establecimiento de dicho “código de deberes”; de otro modo lo vivirá como una imposición contra la que ha de rebelarse.

Sobre todo, diálogo

Un resorte educativo fundamental del que no cabe prescindir es el diálogo. Favorece la comprensión entre padres e hijos, permite estimular la reflexión del niño y contribuye a que las reglas se cumplan por su valor para la convivencia. Aunque la comunicación familiar no ha de ser algo reservado a momentos difíciles, sino una forma habitual de relación, lo cierto es que constituye uno de los canales más apropiados en situaciones en que se quiere promover un cambio concreto. Un aspecto que tampoco podemos obviar es el relativo al comportamiento escolar del niño. No siempre hay semejanza entre lo que acontece en casa y en el colegio. La necesaria convergencia de criterios educativos hace recomendable la consulta a los profesores, para ver en qué medida la “conducta-problema” se manifiesta en la escuela. Con frecuencia, el establecimiento de un plan de acción conjunto resulta mucho más efectivo.
Valentín Martínez-Otero. Profesor y doctor en Psicología y en Pedagogía.

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